sábado, 27 de octubre de 2007

I

El sol se ha marchado, hace una hora tal vez, hace una eternidad. El sol es tan solo un recuerdo. El otoño nace de nuevo con esta llovizna triste. La gente se refugia tras las luces recortadas contra la noche. Camino sin sentido entrando y saliendo de islas de luz silenciosas y vacías, nacidas de pesadillas, bajo esta lluvia invisible que, de pronto, se convierte en cuchillos y se pierde al instante en un chasquido inquieto y minúsculo, como el aleteo de mil mariposas negras. Enfilo la calle diminuta. Quisiera detenerme y no lo consigo. Me siento como un soldado lanzado en paracaídas en medio de la noche. Ya es tarde para retroceder. Me detengo en la esquina. Me fallan las fuerzas y la pared sostiene lo que queda de mí. Arriba, recortándose contra un cielo blanquecino, de algodones azules hinchados de agua, se alinean cinco ventanas, como cinco camarotes de un barco navegando en la noche. Cuatro oscuras, como ojos asombrados. La otra despide una luz blanquecina, como un faro. De repente la casa parece desvanecerse, como si la brisa nocturna la hinchara y la arrastrara lejos, lejos. Quizá es que llueve de pronto con más saña. No lo sé. Yo ya no estoy apoyado en la calle. Camino por un pasillo que huele a café y a canciones. Siento como la vida entera duerme en casa.

Desde mi ventana

Desde mi ventana nace como un cuadro o como la instantánea que se vislumbra fuera y dentro. Un album, un collage, una ventana.

Originariamente, Desde mi ventana nacía a modo de un diario. Sin embargo, el concepto no me resultaba agradable, por las connotaciones adolescentes o frívolas que me traía esta palabra. Pero él mismo ha ido tomando su propio camino y me ha guiado más hacia pasajes interiores que al relato de hechos cronológicos.

Así es Desde mi ventana y así impone su ritmo y sus pautas.

Espero que les guste. O no. Depende de lo que quieran encontrar.