miércoles, 21 de mayo de 2008

V

En esta hora caprichosa y extraña me asomo a la calle y veo un desierto amarillo y de sombra; y como una serpiente se arrastran los minutos bajo este extraño sol que parece aplastar el aire.

En medio de este silencio extraño, plagado de amenazas y sin embargo extenso como el horizonte en una playa, una paloma corretea por las sombras, ajena a todo, irreal, en silencio.

Silencio... que persigo a veces con la obstinación del marino. Me gusta el instante perfecto de calma absoluta, ese instante que nos atrapa y nos hace diminutos. Y por ello me recreo en ese segundo anterior al sueño, cuando te abandonas y te vas, de la mano del silencio, a un lugar siempre nuevo. Allí puedo amar sin límites, puedo ser como cualquiera, puedo sufrir incluso, sufrir hasta el último aliento que me arranque y me traiga de nuevo a la rutinaria presencia de esta vida constante.

Y la soledad. Como esa paloma, ausente y extraña habitando un espacio lejano, estoy yo en esta tarde; fuera de todo, como si no perteneciera ya a esta tarde que contemplo desde una distancia confusa. No estoy lejos y tampoco cerca. Es como cuando en la playa, siendo un niño, jugabas con las olas, arriesgando un poco más, cada vez, y saboreas el vértigo y la ola te atrapa y, girando como una pluma en brazos del viento, ya no sabes lo que es la tierra o el cielo. Y así soy yo, ahora; y cuando el azar me empuja a una conversación furtiva, parece como si mis palabras no me pertenecieran.

Persigo el silencio, los miles de silencios que se me escapan; lo busco en cada ruido, en el viento gimiendo contra mi ventana, en el sonido lejano de un reloj, en los pasos sobre mi cabeza. Si lo encuentro, de repente, me siento un privilegiado, un rey ante una copa de vino. Y tal vez me embriague.

Y busco la soledad. Tanto tiempo sin compañías... y cada día la deseo más y cuanto más la deseo más comprendo que debería odiarla. Pero soy consciente que no elijo. Me lleva el aire allí donde se le antoja, me empuja y espero paciente, hinchada la vela, hacia cualquier destino.

Me voy. Dejo a la paloma entrando y saliendo de la sombra y me parece extraviarse. Me gustaría encontrarla mañana. A veces tengo un sueño hermoso, a veces, y deseo volver a soñarlo sin descanso. Me gustaría que esa paloma fuera eterna, como el silencio.