domingo, 8 de junio de 2008

VI

El viento sopla del mar hacia la tierra. Vuela como una bandada de gaviotas y no se detiene nunca. Silba y se escapa, como los malos pensamientos o los deseos. Es un viento frío y furioso y me gusta.

Este sol oblicuo aún arrastra los últimos calores del verano en su curva, de este verano siempre breve y frágil en el norte, como un niño recién nacido.

El sendero desciende y yo acompaño el descenso y parece encendido, como si un incendio iluminara los tallos que brillan y se agitan, mecidos por este aire de sal que baja del norte acarreando noches inmensas de estrellas que parecen copos diminutos pendiendo de la nada.

De la nada nace la cabaña, solitaria como un curioso faro erguido en medio de los campos azotados por el viento. El silencio lo abarca todo, como un horizonte sin límites y de repente descubro ese silencio cargado de voces que me acunan y me arrastran, como a los tallos el viento, cantando canciones de mi infancia .... y recuerdo.

Y desde lo alto del refugio me siento como un capitán en el puente del navío y las olas son los juncos agitados por el viento, en un vaivén suave que me recuerda a los cabellos de una hermosa mujer, cantando; y su voz es este viento salino y frío, de invierno, que se cuela entre las maderas con el sol, declinando ya, cálido como una hoguera, dulce como un beso.

Así paso la tarde. Me reclino en la tarde y persigo a mis pensamientos que se extienden como las alas negras de los cuervos inquietos, planeando sobre todo lo que conozco y sobre todo cuanto anhelo.

Me imagino que vienes, de repente, para llenar este espacio de otra luz que yo no poseo. Y entonces, si fuera cierto, te llevaría hasta el agua y hasta la arena. Con el viento en el pelo y las manos llenas. Y la mirada, como cuando era un niño, repleta de sol y de agua.

Me asomo a los campos y me siento volar, desprendido de toda rutina y de cualquier deseo. Casi libre, como esos campos que se inclinan y se yerguen. Y el viento silbando. Casi parece que puedo respirarlo.

Pasan los cuervos, sin discreción. Y una garza planea silenciosa y se posa y hierática se queda, cual estatua, mirando al infinito. ¿Duerme?